Hace más de diez años que empecé a tomar conciencia de la
globalización. Al principio se me presentó como una respuesta del sistema
económico para, como siempre, aumentar beneficios disminuyendo los costes. Sin
embargo, a estas alturas la globalización en la que estamos inmiscuidos,
queramos o no, va por otros derroteros.
Es cierto que existen alianzas económicas muy importantes
que monopolizan el mercado. Sin ir muy lejos, y por no salir de mi ámbito
profesional, cabe destacar la noticia de la unificación prevista de las tres
mayores compañías de transporte marítimo por contenedor. Puede parecer
irrelevante, pero esta alianza supondrá el monopolio de una cuota de mercado
cercana al 80 % de las mercancías que se transportan por mar en buques
porta-contenedores. El resultado, como en circunstancias similares, será la
eliminación de competencia y la implantación de un sistema de precios preestablecidos, más beneficios para unos pocos.
La globalización también nos ha traído la concurrencia del
mundo en comunicaciones. Las redes sociales son parte del sistema, en que todos
pueden estar conectados con todos. Periódicos digitales y social media son una
ventana sobre el escritorio de cualquier persona con una conexión a Internet.
Una de las consecuencias lógicas de la globalización. Que no es mala por sí,
sino si lo fuera su uso. Un problema que puede conllevar la globalización es la
pérdida de identidades locales, sin embargo el arraigo a la cultura propia, a
las raíces, sigue siendo una realidad en las diferentes sociedades.
Así que la globalización nos impone una nueva forma de
gobierno, un nuevo sistema jerárquico en que las grandes multinacionales que
monopolizan los mercados son las que tienen la última palabra, son las que
mandan. Me llama la atención a este respecto la última campaña de Coca-Cola. El
masivo llamamiento que ha procurado con el establecimiento de un día de los
bares, San Bartolo. Esta compañía, que ya en su día cambió el color del traje
de Papa Noel, ahora se procura establecer una nueva tradición, un nuevo patrón
para los bares. Es un ejemplo más de como las grandes empresas monopolizan y
gobiernan.
Sin embargo, hay luz al final del túnel. La globalización ha
puesto de manifiesto una nueva forma de gobierno muy boyante en los últimos
meses, la protesta ciudadana. Las manifestaciones de la primavera árabe que se
extendieron por decenas de países musulmanes han supuesto una nueva forma de
gobierno. Se ha globalizado la voluntad del pueblo. Me ha alegrado la última
noticia sobre las protestas en Egipto, donde el ejército se ha aliado con la
masa del pueblo para protestar contra las imposiciones del gobierno. O las
protesta en Brasil con ocasión de los grandes gastos económicos para atender a
los acontecimientos deportivos, mientras sectores de la población no tienen acceso a los
servicios sociales básicos.
La globalización nos trajo el gobierno de las compañías
internacionales mediante el control de los mercados, y ahora nos ofrece el
gobierno de las masas, la revolución de las masas que diría José Ortega y
Gaset. El pueblo levantado en armas por sus derechos, ante la injusticia,
ejerciendo el gobierno y voluntad de su nación.
Ahora, mandamos nosotros.
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