19 de febrero de 2013

EE.UU. Ora pro nobis


Cada día que me siento ante el televisor a descubrir que nuevas retransmiten los telediarios, me quedo más absorto en la omnipresencia de Estados Unidos como referente de tantas facetas de la idiosincrasia de una nación, como son la moral, política, legislación... Parece que en España requerimos de un faro exterior que nos guíe por el devenir, no ya sólo de la economía, sino de casi cualquier asunto que merezca la mención en los medios.

Todas las cadenas cuyos noticiarios se precien, tienen al menos un corresponsal permanente en Estados Unidos. Sin embargo cuando es necesario cubrir una noticia en algún país latinoamericano, africano, o cuya omnipresencia mediática no es tan apreciable, los medios se procuran algún “corresponsal especial”. Quizás sea porque el resto de países son especiales.
Nuestra sociedad parece requerir de contemplar la omnipresencia de un Estado Superior. No hay más que apreciar cuantas veces se nombra a Estados Unidos, Alemania y más recientemente a China, frente a las veces que se nombran vecinos como Portugal o Marruecos.
¿Cuál es el encanto de las potencias mediáticas? ¿Por qué se vanaglorian?
Nadie es más que nadie. Sin embargo ésta premisa no parece que tenga validez cuando nos referimos a entes estatales.
La globalización, cuya mención me produce desagrado, está eliminando la diversificación. Nos lleva a imitar a referentes superiores, como Estados Unidos, la Unión Europea, Alemania, países e instituciones que de alguna forma han sido cubiertas del barniz de la omnipresencia, referentes de toda comunidad estatal que se precie.
Dejarnos llevar a la imitación rompe con el principio social de comunidad. Como conjunto de seres adheridos a una misma idea de nación o entidad no podemos dejarnos avasallar por la omnipresencia de los que se han hecho grandes. ¿Acaso la economía es mejor consejera que la razón? Caemos reiteradamente en el predominio del poderoso, pero quién tiene el poder no es quién tiene el dinero o la pistola, quién tiene el poder es quién posee la verdad y la razón.
Basta de omnipresentes, es preciso aplicar un principio de democracia igualitaria. No se puede hacer globalización de algunos frente a la decadencia de otros. ¿Por qué una nación, una comunidad, va a ser mejor que otra? ¿Quién lo decide? No somos simples mentes iguales, somos seres unitarios, individuos irrepetibles que entretejen sociedades singulares.

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