26 de febrero de 2013

Consecuencias de la libertad de expresión


Esta semana no tenía intención de escribir sobre actualidad política. Me había propuesto redactar artículos sobre teología, de acuerdo al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Sin embargo, una vez más, el desayuno me ha traído noticias que me producen estupor. Me refiero a los desafortunados comentarios del diputado Cantó en referencia a la violencia de género.
La voz de algún tertuliano, de los que adornan las ondas de radio matinales, ha justificado y defendido al congresista alegando libertad de expresión. La mal entendida libertad de expresión, pues la libertad de uno acaba cuando comienza la del prójimo. Por cierto, el caso de la financiación ilegal con que se acusa al partido del Gobierno ¿es libertad de financiación?
No se puede justificar todo con libertad de expresión, mas en su caso tiene consecuencias. En la cuestión que nos ocupa, de diputados indignos de la Cámara, la consecuencia no es pedir disculpa, no. La consecuencia de quien utiliza incorrectamente los poderes públicos es la dimisión.
La violencia de género es terrorismo. No cabe lanzar la piedra de denuncias falsas y menosprecio de las personas. Si hubiera alguna denuncia falsa, el Estado tiene herramientas para detectarlas y actuar en consecuencia.
No se pueden levantar acusaciones sobre la violencia contra las mujeres o hombres. Es un asunto muy serio. Lo que ocurre en un hogar, en el ámbito de la familia, supera con mucho la razón de los actos que se comenten en público. El amor que se merecen los miembros de la familia no conoce límites. Quien padece de violencia en la familia no responde ante su agresor como lo haría si estuviera con un extraño en un lugar público.
La violencia de género requiere de una atención muy singular y de personas cuya dedicación a este asunto esté avalada, profesional y moralmente. No vale que una Comisión del Congreso esté compuesta por personas que la constituyen porque había que poner a alguien, por completar cupos.
La dignidad de un político se acaba cuando insinúa que la violencia de género es falsa. ¿Tiene valor para decir lo mismo a los huérfanos que año a año suma esta lacra social?
Señor Cantó, usted debe dimitir, por dignidad como persona, como político y por las personas que le votaron. No puede servir a un sistema constitucional que pone en duda y avergüenza. Si su dimisión le supone quedarse sin ingresos, acuda a su partido y que le sostenga. Pero no le pida a las víctimas de la violencia de género que se sigan manteniendo, porque es moralmente reprobable.
Aténgase a las consecuencias de su libertad de expresión, señor diputado. No nos defraude más. 

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