9 de enero de 2014

Derecho a vivir o Derecho a decidir

Que la ley del aborto esté en la palestra del Congreso ha propiciado el inicio de esta serie,  Los jueves teológicos, con un tema a todas luces recurrente para provocar el diálogo y que servirá para dar pie a otras cuestiones teológicas que iremos desarrollando a lo largo de la serie.

La disyuntiva entre Derecho a vivir y Derecho a decidir, una en manos de los bebés y otra de sus progenitoras, es motivo de discordia de hace mucho tiempo. La Iglesia se ha expresado durante la historia en varias ocasiones al respecto, pero ha sido en el último siglo cuando el tema del aborto ha tomado más relevancia teológica.

Derecho a vivir

El problema del aborto está íntimamente ligado a la concepción de la vida. Leyendo el Antiguo Testamento se pueden encontrar, al menos, dos citas en las que se hace referencia a que el bebé, aún no nacido, ya tiene vida en su ser.
Si unos hombres, en el curso de una riña, dan un golpe a una mujer encinta, y provocan el parto sin más daño, el culpable será multado conforme a lo que imponga el marido de la mujer y mediante arbitrio. Pero si resultare daño, darás vida por vida. (Éxodo 21, 20-22)
Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado. (Jeremías 1, 5)
El libro del Éxodo hace ver que la pérdida del bebé, el aborto provocado por una acción externa, provoca la muerte del nonato, y por tanto el castigo, según la Ley del Talión, es la vida del homicida. Por otra parte, el profeta Jeremías narra su vocación, en la que Dios le dice que antes de nacer ya lo había escogido. Es más. Indica que por Dios mismo es por quién se forma el ser dentro del vientre materno.

Por tanto, si Dios da la vida antes de que nazca el bebé, corresponde considerar que ese niño es un fruto divino y su muerte, por aborto, es un atentado contra la vida y contra Dios. Motivo por el que la vida debe ser considerada desde su concepción, dado que ya ahí hay vida. 

Esta teoría viene respalda por los avances científicos que determinan que la unión de óvulo y espermatozoide genera una célula con una carga genética única. No corresponde al padre o a la madre, sino que el nuevo organismo es distinto de cualquier otro. Por tanto no es un apéndice del que los progenitores se puedan desprender, sino que su eliminación supone la eliminación de una vida, sea factible o no debida a malformaciones.

Derecho a decidir

La idea de la concepción de la vida no ha sido similar a lo largo de la historia. Las teorías surgidas en el seno de las naciones comunistas que fomentaban el aborto, singularmente desde ideologías bolcheviques, hizo que la propaganda provida tomara las riendas del asunto.

Aunque en la Biblia se establece la dignidad de la vida ya en el seno materno, las escuelas de pensamiento de los primeros siglos de la Iglesia dieron pie a una lasa moral sobre el tema. 

La filosofía de los socráticos y Aristóteles ha marcado las lecciones morales del cristianismo, más allá de las prescripciones pronunciadas por Cristo. Con el anhelo de propagar la verdad evangélica, muchos predicadores justificaban sus razones con los argumentos de las escuelas griegas. La idea, del de Atenas, de Potencial ayudaba a explicar que el ser que se desarrolla en el seno materno es un vida en potencia. Sin embargo, el mismo filósofo defendía la idea de que el aborto es lícito para controlar la tasa de población. Esta idea, junto a otra que se le achaca por igual a Aristóteles y a Plinio, dio lugar una defensa del aborto realizada hasta hace algunos siglos. Según los pensadores la vida en el feto no era aparecía hasta que se le insuflaba sangre, entorno a los 40 días tras la concepción. Diferenciando entre seres inanimados y animados. Permitiendo el aborto en los primeros días de la gestación. Una idea que fue defendida por algunos predicadores cristianos.

No obstante, el nuevo ser que se dispone a nacer depende en todo de la madre y es a ella a quién le corresponde permitir que exista su vida. La madre, como persona necesaria en la concepción de una nueva vida, tiene la potestad para interrumpir la gestación. Mas, no carece de consecuencias.

La madre que decide abortar es consciente de que hay una vida en su vientre. Una ser potencial y dependiente de ella. Por lo que el aborto lleva al pecado y este a la muerte. Un pecado común a todos los seres vivos, que se elimina por la gracia del perdón, objeto de Dios. Solo quién ha pecado es digno de la gracia salvadora de Dios, digno de redención.

Dios nos hace libres y con esa libertad ejercemos todos los actos de nuestra vida. El derecho a decidir es inherente a la libertad que Dios nos brinda. Pero la libertad de los hijos de Dios ofende al Padre, quedando la gracia como única salvación.

A buen seguro tendrás algo que decir y opinar al respecto, por lo que espero tus comentarios.

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