27 de febrero de 2014

De la Pascua judía a la Semana Santa

Ante la opresión contra su pueblo, Dios instruyó a Moisés y su hermano Aarón para que transmitieran a Faraón sus designios y librara al pueblo judío de la esclavitud. Nueve plagas asolaron las tierras egipcias, pero el corazón del faraón era recio y duro. Entonces Dios decidió hacer la jugada final y magistral: acabar con los primogénitos de Egipto. Para esto aleccionó a Moisés indicando que Él pasaría una noche en la que los judíos debían comer pan ácimo, cordero y vestir sus ropas para al día siguiente salir de Egipto hacia la Tierra Prometida...


A nadie le es ajeno que la Semana Santa no tiene una semana fija en el calendario gregoriano que rige nuestras vidas. Su establecimiento viene marcado por la posición de la luna, siendo la primavera la estación común en cada año. Pero para llegar a fijar la fecha de la Semana Santa con la precisión que lo hacemos en nuestros días se han superado multitud de discusiones que proceden desde el origen mismo de la Iglesia.

En un principio la Iglesia seguía la tradición judía, comenzando el cisma con en el Concilio de Jerusalén que enfrentó las ideas de san Pedro y san Pablo. A partir de hay algunos obispos vieron la necesidad de crear distancia con la religión judía en sus tradiciones y calendarios, para establecer un calendario fraguado bajo el amparo de Jesús, Dios hecho hombre.

Dios habló a Moisés e instituyó el día de la Pascua, en que pasaría para acabar con los primogénitos de Egipto:
"Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del año." (Éxodo 2, 2)
A este mes primero del año lo llaman los judíos Nisán, como evolución de una lengua babilónica. Los treinta días están comprendidos entre el 21 de marzo y el 20 de abril. Coincidiendo con el momento en que la constelación de Aries, situada en el ecuador de la esfera celeste, domina sobre el conjunto estrellado. De hecho, Aries recibe el nombre del sacrificio del cordero que se realiza durante la Pascua.

La voluntad de Dios hizo coincidir el sacrificio de su hijo, también Dios, con los días en que los judíos celebraban su Pascua. La Pasión de Jesús se produce en los días del 10 al 14 del mes de Nisán:
"Los judíos, como era el día de la Preparación de la Pascua, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- [...]" (Juan 19, 31)
Siendo la noche del día 14 de Nisán cuando Dios llevó a cabo la décima plaga contra Egipto: la dirigida contra sus primogénitos.

El Primer Concilio de Nicea, celebrado en la primavera del año 325 para solucionar las disyuntiva teológica surgida por la oposición de Arrio a considerar a Jesús como Dios y Hombre, atendió también a la necesidad de establecer la fecha de la Semana Santa, hasta entonces celebrada a la vez que la Pascua judía. El Concilio, del que no quedan más que algunos documentos incompletos, definió:
  • que la Pascua debía celebrarse en domingo, por contra al sábado judío, puesto que fue en domingo cuando resucitó el Señor;
  • que ese domingo debía ser común a toda la cristiandad;
  • que el domingo de Pascua debía ser posterior al 14 de Nisán, día en que los evangelistas sitúan la muerte de Jesús, coincidiendo con la Pascua judía;
  • que como el mes de Nisán se inicia con luna nueva, el domingo de Pascua debía posponerse hasta pasada la luna llena, el décimo cuarto día lunar
  • y que esta luna debía ser posterior al equinoccio de primavera, tras el cual se produce la luna pascual, pero comprendido dentro del mes de Nisán.
Resultando así que el concilio convocado por Constantino, hijo de santa Elena, para resolver la herejía de Arrio y evitar un cisma que rompiera su imperio (como el cisma entre oriente y occidente), terminó por definir la fecha en que habría de celebrarse la Semana Santa, próximo tiempo litúrgico precedido por el Miércoles de Ceniza.

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