Segunda entrega de la serie «Juan
en el misterio de Cristo y de la
Iglesia » que estoy publicando con motivo del tiempo litúrgico
de la Cuaresma. Artículos
para reflexionar y colaborar en el acercamiento a Dios.
Anteriormente, en una primera
entrega, hice una exposición de la primera aparición de Juan en las Escrituras,
concretamente en la Vocación
de San Juan. A continuación prosigue la serie con el segundo pasaje en el
que aparece Juan en el Testamento.
La petición de los hijos de Zebedeo
La segunda vez que
cronológicamente aparece la figura de Juan en los Evangelios es en el pasaje
conocido como «La petición de los hijos de Zebedeo». Dos versiones se pueden
encontrar en las Escrituras de este mismo acontecimiento.
El evangelista San Mateo (Mt.
20, 20-23) pone la petición de gloria en boca de la madre de los apóstoles.
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: « ¿Qué quieres?» Le dijo ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: « ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Le dicen: «Sí, podemos». Le respondió: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
En la versión escrita por el
evangelista San Marcos (Mc. 10 35-40) no es la madre la que hace la petición,
sino los hijos los que piden sentarse junto al Mesías en la gloria.
Una de las ideas que arroja el
pasaje es que no solo los apóstoles, sino también sus familias se convirtieron
a la Buena Nueva
que transmitía Jesús. El mensaje que predicaba calaba en personas de todo
género y condición. Es una verdad que unifica a la familia. No ocurre como en
movimientos sectarios, de ahora y de entonces, en que el individuo es separado
de sus seres queridos, sino que por el contrario la familia sigue también al
Maestro, aceptando su llamada y mensaje.
Aunque la petición en los textos
la proclaman diferentes personas según los autores, la respuesta de Jesús es
común para ambas versiones. Cristo se sabe Dios, pero al mismo tiempo reconoce
la persona divina del Padre. Cristo es quien da las pautas de comportamiento,
quien guía a la comunidad, pero corresponde al Padre Dios el examen de la
voluntad de las personas. Cristo es el Mesías, el mensajero. La labor de Jesús
en el mundo es transmitir la Buena Nueva ,
revelar la salvación que se concede al género humano.
Utilizando la metáfora jurídica,
Jesús es el letrado que intercede por el cliente y transmite las normas,
asesora para alcanzar la salvación, pero el veredicto no le corresponde.
La salvación ha sido revelada a
la humanidad durante decenas de siglos a través de los profetas. Dirá Jesús en
otro pasaje que él no viene a desprestigiar a Moisés, la figura legislativa de
Israel, sino a ocupar su cátedra. Jesús no trae nuevas normas, sino que
revalida las que Dios ha transmitido a la humanidad y que están recogidas en
las Sagradas Escrituras. Corresponde a cada cuál favorecer su salvación con los
instrumentos morales que se nos ha dado.
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