1 de abril de 2013

Juan en el misterio de Cristo y de la Iglesia IV

Concluyo la serie de artículos sobre la figura de San Juan en atención a los relatos evangélicos con el pasaje donde se configura como el discípulo amado.
La última vez que aparece la figura de San Juan en los evangelios es la más importante y la que lo configura como el discípulo amado e hijo adoptivo de María. Tras la llamada al apóstol, la petición de sumadre y la experiencia en el monte Hermón se presenta esta escena bíblica que ha tenido una gran repercusión en la imaginería cristiana, tanto en escultura como en pintura. Se trata del momento en que Jesús, consciente de que acaba su vida terrenal, entrega a la madre un hijo y al hijo una madre, según narrara San Juan mismo en su evangelio.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
No se tienen noticias de que la madre de Juan hubiese muerto, de hecho el resto de evangelistas, que no mencionan este pasaje, la sitúan también a los pies de la cruz. Sin embargo, a la desconsolada María se le entrega un hijo que viene a suplir el vacío dejado por el Mesías. Esto da idea de los vínculos afectivos entre los apóstoles y la familia de Jesús.
En este relato se muestra cuál tan grande es el aprecio que Jesús llegó a tener hacia Juan. Un dato importante a tener en cuenta y que da pistas sobre la situación de la primera comunidad cristiana es que Juan es el único de los apóstoles que permanece junto a la cruz. El resto de los doce están apartados o disueltos tras la derrota del Mesías, vagan aturdidos por no comprender que se está cumpliendo el mandato de Dios. Pareciera que los apóstoles esperaran de Jesús un líder político que propiciara una revolución en el judaísmo. 
Juan es el único que llega que acoge el mensaje de Jesús en su plenitud, pues fue de los primeros llamados y permanece fiel a Cristo hasta el último momento y más allá en la compañía de su madre.

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