Cuando anunciaron por primera vez el programa «Gran Hermano»
prometían que sería una revolución televisiva. Lo cierto es que, a la vista de
los años, se ha cumplido la profecía y este tipo de programas inundan la
parrilla de televisión, no solo en España.
A cualquier hora del día y bajo la forma de cualquier tipo
de negocio o evento se pueden ver programas secuela de aquel primero. Es
indiferente que se trate de una casa de empeños, leñadores, reformas, cocineros…
Casi todas las profesiones tienen en la televisión su propio «Gran Hermano»,
todos bajo el mismo guión y cada vez más parecidos entre sí.
Los espectadores somos condenados pasivos a ver un tipo de
programación. Nos dirán «cambia de canal». ¿Para qué? En todos los canales,
incluso en la televisión pública, está el mismo formato de programa. Incluso se
ha llegado al absurdo de hacer una serie de televisión bajo la idiosincrasia de
este tipo de programa, me refiero a «Modern Family».
¿La apuesta por una televisión de calidad pasa por los
programas de «Reality Show»? ¿Nos hemos convertidos los televidentes en la
«vieja del visillo»? Parece que sí.
Entiendo que hacer televisión es una apuesta arriesgada. Una
empresa en la que se está ofreciendo un producto gratuitamente, con la condición
de aceptar la publicidad de los patrocinadores de las cadenas. Incluso entiendo
que en la parrilla están los programas que tienen una audiencia aceptable y
capaz de alcanzar cuotas satisfactorias de mercado. Sin embargo, la dignidad de
las personas queda en ocasiones en entredicho. Me da la impresión de que no
importa mucho de que trate un programa, lo que importa es la reacción de las
personas que participan en él. Me permito referirme al «reality» de cocineros
de la cadena pública, ¿alguien ha aprendido algo de cocina viendo ese programa?
Yo, no.
Acepto que se hagan «reality show», hay programas que son
muy divertidos, incluso instructivos, por ejemplo el que da cobertura a la casa
de empeños de Las Vegas. Sin embargo, cuando el fin es crear audiencia
aprovechando la interacción de determinadas personalidades en situaciones de
estrés; cuando el objetivo es mostrar las vergüenzas del género humano; no
puedo por más que oponerme. La dignidad de las personas está por encima de
cualquier interés económico. Por tanto, las productoras de televisión deben
prescindir de buscar la audiencia del fisgón y apostar por televisión con
contenidos de calidad; televisión que aporta; televisión útil.
No se trata de cambiar de canal, se trata de cambiar de
televisión.
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